15 Feb
15Feb

Alguna vez te has preguntado ¿por qué Dios en las Escrituras, habla con frecuencia de la mente?

Una empresa coreana realizó un experimento, reprodujeron a dos niños virtuales, clonando a un niño de cinco años a través de tecnología 3D, e hicieron que uno de ellos viera solo vídeos con cuentos infantiles, y el otro, vídeos aleatorios de un sitio web. Después de que esos dos niños virtuales estuvieron expuestos a diferentes vídeos durante ocho semanas, fueron entrevistados. Sus conversaciones eran totalmente diferentes entre sí.

El niño virtual que fue expuesto a vídeos de contenido infantil de alta calidad usó expresiones creativas y palabras suaves, mientras que el niño que fue expuesto a vídeos indiscretos usó en exceso jergas y un vocabulario de burlas hacia otras personas. Según las estadísticas, el 86% de lo que vemos y oímos condiciona lo que pensamos.

Lo que entra en nuestro interior a través de nuestros ojos y oídos sale a través de nuestras palabras y acciones.

Podemos leer en el libro de Proverbios 23:7, más exactamente en la traducción de la Biblia de las Américas, dice: “Pues cómo piensa dentro de sí, así es…” 

Tal cual pensamos, eso somos.

Nuestra mente representa el lugar donde se forma nuestra conducta, donde se asienta lo que somos. Por eso el diseño de Dios es que nuestra vida sea el reflejo exacto de sus pensamientos.

Debemos, necesitamos, tener una mente renovada. El apóstol Pablo les ordena claramente a los hermanos de Roma que: “no se adapten a este mundo, si no que transformen su vivir, mediante la renovación de sus mentes, verificando la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”

¿Cómo tengo una mente renovada, acorde al diseño de Dios?

La respuesta es:

  1. Amando a Dios con TODA mi mente. Una persona enamorada piensa en su amado todo el tiempo, quiere invitar a esa persona, desea pasar tiempo con esa persona.
  2. Cuidando mis sentidos. Escogiendo lo que mis ojos ven, lo que mis oídos escuchen. ¿Qué alimento le doy a mis sentidos?

 Este pasaje es muy claro, Génesis 2:16 y 17, versión Biblia de las Américas: “Y ordenó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás”.

En su infinita perfección, Dios nos provee de su mente para poder estar blindados frente a la religiosidad.

La religiosidad representa algo que Jesús repudiaba. Los fariseos sabían la Biblia de memoria, querían hacer todo conforme lo que estaba escrito, pero por imposición o por formar parte de una élite de privilegio, por temor, en definitiva, por algo externo, pero internamente estaban secos, sin vida, a tal punto que tuvieron en frente al Mesías, y no lo reconocieron.

La RELIGIOSIDAD NOS LLEVA A VIVIR de forma superficial, a considerar lo que otros pueden ver en mí y no lo que verdaderamente soy.

La religiosidad nos hace esclavos de pensamientos que vienen a trabarnos, a dejarnos en un estado de esclavitud. Religiosidad es un proceso sin progreso, dar vueltas, repetir ciclos.

Pero ÉL nos invita a renovar nuestra mente porque si cambiamos internamente cambiará nuestra conducta. La mente renovada, también nos protege de las tradiciones y costumbres, de hacer todo en piloto automático, como un zombi, viviendo por inercia, sin honrar la vida que se nos ha dado, sin disfrutar las oportunidades, las personas que nos rodean, todo es monótono, gris, sin expectativas, sin sueños. Muchas veces pedimos: “Señor renuévame” y no actuamos en consecuencia, continuamos haciendo todo igual.

Por último, otro beneficio que nos brinda la mente renovada es no caer en el engaño, evitando así pasar por el trauma del arrepentimiento.

Cuando nuestra mente permanece renovándose, no daremos lugar para que aniden en nosotros pensamientos contrarios a la voluntad de Dios. Pero, si el engaño se afirma en nosotros en algún momento experimentaremos el trauma del arrepentimiento.

Cuando conocemos a Cristo somos llamados a experimentar el arrepentimiento y este produce un dolor necesario en nosotros. Pero, cuando ya estamos en Cristo, Dios nos proveyó la renovación de la mente como una herramienta para evitarnos el trauma del arrepentimiento. Después de la renovación viene una transformación, en cambio, luego del arrepentimiento viene el dolor, porque hubo que sacar de raíz, lo que comenzó con un simple pensamiento.

Si no cambiamos nuestra forma de pensar y la dejamos moldear por Dios, cortamos la esperanza qué otros necesitan para encontrar en esta tierra a Cristo, al Hijo de Dios.

Somos portadores de Cristo, de esperanza, de vida, de salud, de proyectos, de sueños, no podemos permitirnos el lujo de pensar lo qué queramos, hay vidas que precisan encontrarse con ese Cristo, qué ya no camina solo por las calles de Jerusalén, si no por toda la tierra, porque habita en cada uno de aquellos qué se han rendido completamente a Él.

Cristianos, solo vasos de barro, personas iguales a todas, pero diferentes por qué contienen en su interior una Vida indestructible, Cristo. 




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