20 Jun
20Jun

Espero que con este blog podamos ser desafiados a entender un poco más cuál es el mundo en el que vivimos y, lejos de escondernos, poder crecer en esperanza y estar convencidos de que vivir en este mundo sin que nada nos distraiga o desvíe del Propósito Eterno es posible. Permanecer atentos será vital para caminar sin que nada nos detenga.

A partir de esto, es inevitable recordar aquella maravillosa oración que Jesús hace: "No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno" (Juan 17:15). Ver este ruego produce en nosotros conciencia de que aquellas distracciones que están en el mundo aún siguen vigentes, pero hay una buena noticia y es que ¡TENEMOS PROTECCIÓN!. Podemos verla en nuestra vida si mantenemos el enfoque y dirigimos toda nuestra atención en Aquel que es eterno y quien nos librará de distraernos, de errar, nos librará de nosotros mismos.

En una era donde la hiperconectividad está tan presente, es muy fácil distraernos y dejar de oír la voz de Dios, o qué el ruido a nuestro alrededor no nos deje prestar atención correctamente. El apóstol Pablo habla del temor porque los sentidos sean extraviados de la sincera fidelidad: "Pero temo que así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo" (2 Corintios 11:3). Esto sucede por una sola cosa: no estar alimentandonos del árbol correcto. Entonces, todo aquello que fue creado y que podría ser de utilidad o como herramienta para el avance del evangelio sólo produce retraso, frustración y una generación incapaz de conectar a otras personas a la fuente de vida.

“Vivir en una era hiperconectada no tiene que hacernos menos espirituales. Prioriza lo eterno por encima de lo pasajero, la voz de Dios por encima del ruido y la distracción” Josué Barrios.

Es importante identificar que nuestra mayor distracción no es el entorno que nos rodea, ni las millones de ofertas que este mundo ofrece. Nuestra mayor distracción somos nosotros mismos, nuestra mente, una mente que no ha sido renovada y que aún vive conforme a lo temporal. Empezar por aquí, renovando nuestros pensamientos y volviendo una y otra vez nuestros sentidos a la fuente correcta, nos hará recordar cuál ha sido nuestra tarea: "No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento" (Romanos 12:2).

Imagínese a Jesús en el Getsemaní, uno de los momentos más trascendentes de su vida, y que por estar distraído hubiese perdido de vista su propósito y esa copa realmente la hubiera dejado pasar, o si, camino al monte del Calvario se hubiese vuelto atrás porque perdió su memoria y olvidó para qué estaba allí. ¿Qué sería de mí? ¿Qué sería de nosotros?

Ahora, este es el verdadero valor de prestar atención en un mundo de distracciones: recordar todos los días, a través de la voz de Dios, cuál es nuestro propósito, por qué estamos en la tierra y por qué es necesario recordar que todo nos es lícito, pero realmente, ¿conviene distraernos por cosas que solo producirán estancamiento en nosotros y en el cuerpo? "Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica" (1 Corintios 10:23).

Damos toda nuestra atención a Dios porque todo lo que Él representa nos cautiva y no podemos dejar de verlo. No podemos dejar de recordar al mundo que Él es bueno y que todos nuestros sentidos anhelan permanecer enfocados en Él: "Gustad y ved que el Señor es bueno; dichoso el hombre que confía en él" (Salmo 34:8).

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